El desarrollo de obras de infraestructura vial puede tener impactos significativos en las comunidades locales y las poblaciones vulnerables; éste ha sido el caso del nuevo puente sobre el río Sixaola que conecta a Costa Rica y Panamá. Al comenzar su construcción, unas 100 mujeres de la comunidad indígena Ngäbe-Buglé podrían perder su sitio tradicional en el río para desarrollar sus labores. En consulta con ellas, se logró acondicionar un nuevo lugar en el río para que más de 100 mujeres tuvieran un lugar para continuar desarrollando sus labores en el marco de sus tradiciones culturales. El nuevo lugar fue acondicionado de manera segura, en mejores condiciones y está ubicado más cerca de su comunidad.
Leidy Morales es una de estas mujeres de origen Ngäbe, que ha vivido entre Costa Rica y Panamá desde que tenía seis años, para ella, cruzar la frontera es algo cotidiano. Durante su niñez, para poder ir a la escuela cruzaba desde el poblado de Sixaola en Costa Rica hasta Guabito en Panamá. Años después, siguió cruzando la frontera para seguir con sus estudios, ir a comprar al mercado o visitar a su familia que vive al otro lado del punto fronterizo.
De niña viajaba en un viejo autobús que atravesaba el antiguo puente ferrocarrilero que unió a estos dos pueblos por más de 100 años. “Cada vez que cruzaba moría de miedo, pues pensaba que la vieja estructura metálica caería al río. Yo no decía nada y sólo me quedaba callada porque ya todos estábamos acostumbrados”, cuenta desde el margen del río Sixaola.
Al igual que Leidy, decenas de mujeres de las comunidades Ngäbe y Teribe acostumbran llegar a orilla del río para bañar a los niños, darse su baño diario y lavar ropa con un método tradicional que es parte de su cultura.
“Nos gusta lavar en el río, así lo hemos hecho tradicionalmente. Aquí venimos desde las seis de la mañana y nos vamos turnando. Aunque somos muchas, cada una lava en silencio porque las mujeres Ngäbe no somos de hablar mucho”, nos cuenta Onelia Tomas, otra de las mujeres que cada mañana pasa sumergida en las aguas del río Sixaola entre dos y tres horas, normalmente junto a su sobrina Odilia.
A pesar de los procesos de colonización y mestizaje de la zona, las personas de la comunidad indígena Ngäbe-Buglé persisten en mantener algunas de sus tradiciones culturales. Un ejemplo de ello, es esta relación íntima con el río, que está profundamente integrada en su vida cotidiana. Lavar en el río simboliza conectar con esas raíces que han estado tan amenazadas por los cambios culturales. Por esta razón, el acto de resguardar su lugar en el río se convierte en una reivindicación que se defiende como un derecho cultural.
El 4 de marzo de 2021, se inauguró el nuevo puente binacional sobre el Río Sixaola. La obra fue construida por los gobiernos de Costa Rica y Panamá, con el apoyo solidario del Gobierno de México; y bajo la gestión, administración, supervisión y ejecución de la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS).“Una obra para la hermandad de los pueblos” la llaman las autoridades de estos tres países.
Desde el punto donde estas mujeres están lavando, se puede ver la estructura de este nuevo puente. Una infraestructura construida bajo principios de sostenibilidad y resiliencia que les facilitará su vida y también la de otras 15,000 personas que viven en sus cercanías. Aquí se registra una alta presencia de pueblos originarios y personas afro-descendientes, convirtiéndose en una obra muy importante para fomentar el desarrollo humano local, que ha sido históricamente bajo en la zona.
Las consultas y diálogo con la comunidad son parte de la dimensión social de las obras, que busca no dejar a nadie atrás. Esto permitió que Leidy, Onelia y Odilia pasaran de lavar en la parte baja del antiguo puente a un nuevo enrocado, construido según sus necesidades, respetando su cultura y tradiciones, y favoreciendo su participación efectiva en el proceso. Por allí seguirán cruzando desde Panamá a Costa Rica, o viceversa, en busca de mercaderías que utilizan para su vida diaria, como aceite, arroz, lo que sea necesario.
Las Naciones Unidas a través de UNOPS, FAO, UNFPA, y PNUD, trabajan en Panamá para mejorar la calidad de vida de las poblaciones indígenas; apoyando directamente el respeto a su cultura y su inclusión en actividades en favorecimiento del desarrollo sostenible.