Esos valores son: la paz, el respeto mutuo y la dignidad que se comparte entre todas las personas.
Es triste constatar que nuestro mundo no está a la altura de esos valores.
Lo vemos en el aumento de los conflictos y el caos climático. La pobreza, el hambre y la agudización de las desigualdades. Los prejuicios, el racismo y el auge del discurso de odio. Y un sistema financiero mundial en quiebra moral que afianza la pobreza y frena la recuperación de los países en desarrollo.
Podemos vencer estos desafíos adoptando los valores de Gandhi y actuando más allá de las culturas y las fronteras para construir un futuro mejor y más pacífico para todos.
Invirtiendo en la salud, la educación, los empleos decentes y la protección social de las personas para evitar que caigan al abismo y, si caen, atraparlas al vuelo.
Garantizando el acceso a la financiación y el alivio de la deuda para todos los países.
Apoyando a los países en desarrollo para que construyan infraestructura resiliente y protejan a la población de los impactos del cambio climático, al tiempo que aceleran la transición de los combustibles fósiles que matan el planeta a la energía renovable.
Salvaguardando y defendiendo los derechos y la dignidad de todas las personas, especialmente de las más vulnerables, y de las niñas y mujeres a quienes con demasiada frecuencia se niegan los derechos básicos.
Tomando medidas concretas para la inclusión, reconociendo las sociedades multiculturales, multirreligiosas y multiétnicas como una riqueza, no como una amenaza.
La vida y el ejemplo de Gandhi revelan un camino intemporal hacia un mundo más pacífico y tolerante.
Recorramos juntos este camino, en un espíritu de solidaridad, como una sola familia humana.