Sin embargo, la salud mental es uno de los aspectos más desatendidos de la atención de la salud.
Algunos países no cuentan más que con dos trabajadores de salud mental por cada 100.000 personas.
Las repercusiones sociales y económicas son profundas.
Se calcula que la ansiedad y la depresión cuestan a la economía mundial 1 billón de dólares al año.
Debemos reforzar la capacidad de los servicios de salud para ofrecer una atención de calidad a quienes la necesiten, en particular a los jóvenes.
Para ello hay que prestar servicios de base comunitaria e integrar el apoyo a la salud mental en el conjunto de la atención sanitaria y social.
Invertir en bienestar mental significa invertir en comunidades sanas y prósperas.
También debemos combatir el estigma y la discriminación y derribar las barreras que impiden a las personas recibir atención y apoyo.
Y debemos prevenir las causas profundas de los problemas de salud mental, como la violencia y los abusos.
Las Naciones Unidas están determinadas a trabajar con sus asociados para promover el bienestar mental.
Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, hagamos de este aspecto de la salud una prioridad mundial y actuemos con urgencia para que todo el mundo, en todas partes, tenga acceso a una atención de salud mental de calidad.