Foto: ©UNICEF/Panamá
"Poder brindar servicios a los niños y niñas y ver que tienen acceso agua y/o salud, así como apoyar a cubrir esas necesidades es una sensación de felicidad”, asegura Margarita Sánchez. “Yo he sido migrante desde los 10 años así que conozco bien la situación a través de lo que yo viví. No de esta manera, no fue tan extremo ni precario, pero salí de Colombia a los 10 años. Encontrarte en el camino organizaciones que te ayudan, que te dan de beber o que te curan los pies es una sensación realmente satisfactoria”.
No cabe duda de que Margarita, de nacionalidad colombiana, es una apasionada de su trabajo y de que está donde quiere estar: monitoreando y orientando la respuesta humanitaria de UNICEF a los niños, niñas y familias migrantes que atraviesan el Darién, la selva más peligrosa del mundo.
“Estamos en La Peñita, distrito de Pinogana en la Provincia del Darién, una comunidad de 168 habitantes que ha sido adaptada como Estación de Recepción Migratoria (ERM). Aquí ingresa un flujo migratorio de personas principalmente del Caribe como Haití y Cuba y otros países de África, Asia y Oriente Medio”, explica. “La historia que narran es una historia de un camino desde sus países de origen o de segundos países por donde han transitado, subiendo todo Sudamérica hasta Colombia, de ahí ingresan a la localidad de Capurganá, en el Chocó, e inician su trayecto por el tapón del Darién”.
Una ruta peligrosa
Esta ruta migratoria fue utilizada en 2019 por cerca de 24000 migrantes de más de 50 nacionalidades, de estos alrededor de 4000 eran niños, niñas y adolescentes, principalmente menores de 6 años.
“Normalmente les toma entre 7 y 10 días caminando por rutas difíciles e inseguras que desconocen. Después de varios días cruzando la selva llegan a una comunidad que se llama Bajo Chiquito, que está a unas 4 horas en piragua de La Peñita”, explica Margarita. “Entre los principales peligros que enfrentan los niños se encuentran la deshidratación y las picaduras de insectos y serpientes, así como los robos producto del crimen organizado que opera en esas zonas. Muchos niños cuentan que se han cruzado con serpientes durante el trayecto. Además, los que consumen agua contaminada del río suelen llegar a territorio panameño con diarreas, vómitos y fiebre.
La Peñita
La comunidad de la Peñita es el epicentro del trabajo de Margarita porque “es el primer punto en donde las personas reciben mayores atenciones y servicios”. Aquí, UNICEF en alianza con la Cruz Roja brinda 54,000 litros de agua al día, servicios de higiene y saneamiento, kits de higiene para adultos, mujeres, bebés e infantes, así como kits de limpieza. De igual modo, agencias como ACNUR y OIM apoyan para garantizar la seguridad alimentaria y mejorar las condiciones de alojamiento y asentamiento. De igual modo, desde el Sistema de las Naciones Unidas agencias como OPS, UNFPA, OACNUDH, ONUSIDA, OCHA y PNUD también se han sumado a los esfuerzos coordinados para dar respuesta a la emergencia del COVID-19.
El servicio de saneamiento resulta complejo de garantizar debido al gran número de migrantes en una comunidad pequeña. El reto es aún mayor en el contexto de la crisis sanitaria por el COVID19, donde el acceso a agua y jabón son clave para la prevención de la transmisión del virus.
UNICEF y Programa de Voluntarios de Naciones Unidas - UNV
Margarita estudió Desarrollo Internacional, llegó al Darién a través de la gestión realizada por UNICEF con el programa de Voluntarios de Naciones Unidas (UNV) para aumentar la presencia en el terreno. “Por mucho tiempo estuve trabajando con comunidades en otros puntos de América Latina y con un enfoque en migración. Siempre estuve muy interesada en continuar trabajando con migrantes y cuando vi esta posición, especialmente para trabajar con niños y niñas en situación migratoria, decidí a postular”.
Para UNICEF contar con el apoyo de Margarita en Darién ha sido clave, pues le ha permitido orientar los servicios basado en las necesidades de los niños y niñas, brindar protección por presencia y asistir a las autoridades locales en la garantía de derechos de todos los niños.
La experiencia en el Darién no es sencilla, pero Margarita no se arrepiente: “Estos son contextos donde uno aprende muchísimo, no solo de temas técnicos, pero también de humanidad y uno se llena de eso”. “Continuar con este trabajo es mi sueño porque me encanta”, asegura antes de animar a más jóvenes a acercarse al programa UNV: “Si alguien tiene dudas, que lo haga. Es una experiencia maravillosa en todos los sentidos: aprendizaje, poder contribuir, poder trabajar con personas con la misma pasión. Es un programa donde puedes adquirir muchos conocimientos, pero también dar mucho. Es una experiencia muy positiva”.